martes, 22 de noviembre de 2011

Días de albahaca


¡que lentas pasan las tardadas de invierno
pensando en los hijos que andan lejos!;
por las alcobas vacias gime el viento,
mientras tu coses junto al hogar.
Y en ese rincon a salvo de los hielos
donde tus plantas sueles guardar,
las ves secas y piensas mirando al cielo,
si la primavera volvera.

pronto estaremos juntos, y estallara la fiesta;
sin darnos cuenta la albahaca reverdecio.
¡como brillan tus ojos, seca esa glarimeta,
saca el pañuelo y al invierno dile adios!

echame, madre, echame un ramico de albahaca
de esa maceta que tienes en el balcon.
fresca como el rocio, albahaca perfumada,
un beso que huesca y tu me dais con amor.

echanos, madre, echanos ramicos de albahaca
de ronda venimos mis amigos y yo.
que aunque no oigas cohetes ni repiquen campanas,
si huele a albahaca es fiesta en el altoaragon.

que lentas pasan las tardadas de invierno
cuando me vienes al pensamiento.
el calendario, niña, es como un desierto
que para verte he de cruzar

y aunque estas tan lejos y hace tanto tiempo
no creas que he podido olvidar
el aroma de la albahaca y de tu pelo
la seda negra de tu mirar

pronto estaremos juntos, y estallara la fiesta;
sin darnos cuenta la albahaca reverdecio.
¡como brillan tus ojos, seca esa glarimeta,
saca el pañuelo y al invierno dile adios!

echame, niña, echame un ramico de albahaca
de esa maceta que tienes en el balcon.
fresca como el rocio, albahaca perfumada,
un beso que huesca y tu me dais con amor.

echanos, niña, echanos ramicos de albahaca
de ronda venimos mis amigos y yo.
que aunque no oigas cohetes ni repiquen campanas,
si huele a albahaca es fiesta en el altoaragon.

Ronda de Boltaña

lunes, 21 de noviembre de 2011

Apología de un suicidio II




Tras la muerte de su familia, no volvió al monte con sus compañeros carlistas, ya le daba igual quien gobernara, todos eran la misma mierda, unos más modernos que otros, pero iguales. 

Abandono su tierra y cada paso que daba, olvidaba lo vivido hasta que un día no pudo ni recordar su nombre, ni la razón por la que huía, simplemente tenía la necesidad de hacerlo. 

Una noche mientras dormía en el claustro de un viejo monasterio soñó que entraba en una casa en la que nunca había estado, pero en la que se sentía como en casa, En un gran salón su padre le esperaba.

-Actúa siempre de forma que los que fueron antes que tu, se sientan orgullosos de ti y que lo que sean después te recuerden con respeto y veneración por haber aportado fama y gloria a tu casa.-

Al despertar lloro, por haber deshonrado su casa y decidió volver. 

Fue un camino de vida, pues cada paso que se acercaba a su casa recuperaba su  pasado y lo afrontaba con valor, ya no tenia miedo. 

En ningún momento anduvo solo, ya que nada más despertarse tomo la decisión de morir y  la muerte le acompaño como una amiga fiel, endulzando el camino con su olor. 

Si alguien hubiera sabido de su decisión y le hubiera preguntado el porque, seguramente le habría contestado que allí el aire era más puro, la hierba más verde y el agua más clara, le hubiera dicho que desde el momento que piso aquella casa la considero su hogar y que deseaba volver con los suyos, le hubiera dicho que nunca se había sentido tan vivo y que su alma se había cansado de su cuerpo y deseaba volver al origen donde la vida y la muerte se confundían. 

Al fin llego a su casa y bajo el olivo donde había enterrado a su familia, l esperaba su mujer más bella que nunca. Se acerco al él y le beso dulcemente, después acaricio su rostro suavemente y se fue, con la certeza de volver a verle pronto, dejando tras de si un dulce olor a muerte. 

Tras un rato asomado al balcón aspirando el olor a leña y tierra húmeda volvió a sentarse en el sillón.
 La muerte le esperaba.
 La miro a los ojos, pero no dijo nada. Ella le sonrió maternalmente.

Lo hizo despacio y metódicamente. Se sirvió un vaso, de su mejor botella de vino, en una copa de cristal veneciano, después hecho la cicuta, y bebió la mezcla lentamente saboreandola. 

Conforme bebía, el mundo se desvanecía, el muro entre los vivos y los muertos fue haciéndose más delgado hasta desaparecer y finalmente se fue hacía el otro lado, acompañado de la alegre melodía de la muerte. 

Fin

sábado, 19 de noviembre de 2011

Apología de un suicidio I


Había gastado la vida y el dinero huyendo, de aquello de lo que  no se puede huir. Había recorrido medio mundo para acabar donde había empezado, pero no había sido en vano por que ya no tenía miedo. 

Sentado en el sillón de mimbre, disfrutaba del olor a  leña y tierra húmeda, que había dejado la lluvia, uno de los últimos placeres que disfrutaría. 

No tuvo que esperar mucho tiempo, pronto el deseo de huir llego, pero siguió sentado, esperando y al fin llego el dolor. Apretó las manos contra los brazos del sillón  , cerro los ojos y dejo que el dolor  invadiera todo su ser, cada fibra de su ser. Ese dolor significaba que había habido algo en su vida por lo que mereciera la pena sufrir y eso le reconforto. 

Se levanto lentamente del sillón y se asomo al balcón . Podía ver claramente como los isabelinos, entraron en su propiedad, derribaron la puerta de cuarterones y pasaban a sangre y cuchillo a todo su familia. 

El se enteraría mucho después, cuando bajo un día desde el monte, donde guerreaba con sus compañeros. 

Cuando se acerco a la casa y no vio ninguna luz se extraño.
Cuando vio la palabra cabrón escrita en su puerta se asusto. 
Cuando entró en su casa y vio los cadáveres putrefactos de su familia murió. 
Cuando se percató que su familia había muerto por sus ideas huyó.

Acarreo uno a unos los cadáveres de su padre, de su madre, de su mujer y de su hijo y los enterró bajo un olivo en el patio de atrás, después cogió el retrato de familia y se fue. 

Durante mucho tiempo, aquel retrato fue su único equipaje, los sacaba todas las noches acariciaba el rostro de su mujer mientras le pedía perdón besaba a su difunda hija y lo volvía aguardar. 

Así fue durante mucho tiempo. 

Continuara...

viernes, 18 de noviembre de 2011

Historia de un apocalipsis


La mala situación había extendido entre la población una sensación sin nombre. Si alguien se le hubiera ocurrido preguntar lo más probable, es que la hubieran descrito como una patada en el  estómago, una constante y dolorosa patada en el estomago. 

El atentado, hizo estallar la revolución como el el fuego a la pólvora. Los primero afectados fueron los extranjeros, porque ningún aragonés decente entraba a cuchillo en San Juan de la peña, mataba a la mitad de la congregación y después saqueaba y volaba el panteón real. 

Por cada pueblo y por cada ciudad de Aragón, paso la triste procesión formada por los superviviente de aquel atentado, pidiendo justicia en un principio y venganza después.  

La triste estampa era mucho más de lo que la gente podía soportar. Aquello ya no era una patada en el estómago, era un escupitajo en la cara y de la noche a la mañana, bandas de ciudadanos armados, en defensa "de la cruz y la bandera aragonesa " quemaban cualquier rastro de presencia extranjera


La violencia creció cada día más y las calles quedaron marcadas a sangre y fuego. Cuando las autoridades intentaron hacer algo, los bandas armadas quemaron los cuarteles de la policía y la guardia civil.



Aquellos días, lo que no fuera aragonés, católico y carlista tenía una cita con el fuego. 

jueves, 17 de noviembre de 2011

Sensación



En el atardecer del verano, caminare por los senderos,picoteado por el trigo, pisando la hierba menuda:soñador, notare su frescura en los pies.Dejare que el viento bañe mi cabeza desnuda.Y no hablare, ni pensare en nada:pero el amor infinito invadirá mi alma,y partiré lejos, muy lejos, como un bohemio,en libertad y feliz, - como en compañía de una mujer.
Arthur Rimbaud



Muerte



El frío invierno había llegado a la prospera ciudad de Magen y su silencio había invadido la ciudad. Tan solo se oía el repicar de las campanas y el suave crujir de la nieva cayendo. 


Paul esta recostado en un lecho en el patio, viendo la nieve caer 
" probablemente la última vez " y aunque hacia frío sintió la cálida presencia de la muerte que lo esperaba como una vieja amiga.


   

Los hombres del monte

Apenas recordaba nada de la batalla, solo la presión del fusil contra el pecho y el deseo de huir de aquel infierno.

Sobreviví a aquella batalla, pero algo de mi interior murió  No debía ser muy importante porque sobreviví.